lunes, 7 de noviembre de 2016

Las Yegüerizas : parajes ancestrales

ENTRESIERRASrd | Una mirada 'duplicada' al entorno mágico de Las Yegüerizas, en la comarca de Entresierras
Casi a tres kilómetros al sur de la villa de Monleón, sobre la margen derecha del río Alagón, se "levanta" la ermita de Nuestra Señora de las Yegüerizas, santuario que gozaba de gran veneración entre los pueblos circunvecinos. Según la tradición, un pastor descubrió, en medio de un bosque de castaños existente en la Yegüerizas, una imagen representando a la Virgen y el Niño.

Advertidos los vecinos de Monleón de tal suceso, determinaron levantar allí mismo un santuario; sin embargo, avisados del hallazgo, se opusieron a ellos los vecinos de El Tornadizo, quienes intentaron llevarse a su pueblo la imagen, para lo cual la cargaron en un carro, al que engancharon una pareja de bueyes. Estos, sin embargo, fueron incapaces de arrastrarlo, lo que se interpretó como un signo de que la imagen de la Virgen deseaba permanecer en las Yegüerizas, construyéndose allí una ermita, en la que, desde entonces, aquella recibió culto bajo el nombre de Nuestra Señora de las Yegüerizas (En la actualidad, el pago de la Yegüerizas pertenece al término municipal de El Tornadizo). Se edificó, además, una casa para el ermitaño, instituyéndose, después, la figura del Mayordomo, cargo que anualmente correspondía a un vecino de la villa de Monleón, a quien estaba encomendado el mantenimiento de los servicios litúrgicos pertinentes. En el año 1558, un tal Patricio Martín, vecino de Los Santos, se hallaba de ermitaño en las Yegüerizas.
A lo largo de los siglos, en el santuario mariano de la Yegüerizas se congregó en romería a los habitantes de los pueblos vecinos, en medio de los montes de la Sevillana, sobre la margen derecha del río Alagón. Los devotos sufragaban con sus limosnas los gastos de mantenimiento del santuario. En la actualidad, de lo que fuera edificio del siglo XV, quedan sólo las ruinas, y, en cuanto a la imagen que antaño era allí venerada, se encuentra hoy en paradero desconocido, tras haber sido vendida a un anticuario hacia el año 1972.
En los alrededores de la ermita de las Yegüerizas se celebra el día seis de mayo una gran feria, a la que acudían gentes de muchos lugares a la redonda: cencerreros, baqueteros, plateros, caldereros, turroneros (de La Alberca), pañeros (de Villavieja de Yeltes)... En cuanto a los curtidores, ninguno se podía comparar con los del mismo Monleón, que han gozado de fama de ello hasta nuestros días.

Dicha feria pasaría a celebrarse años más tarde a las afueras de la villa, debido a los frecuentes robos que se producían en los montes que rodeaban la ermita de las Yegüerizas.
A principios del siglo XIX, ya se había efectuado al referido cambio de lugar. Mucho antes, sin embargo, habían perdido ya auge las capeas que solían tener lugar junto a la ermita en cuestión y que formaban parte del ritual que vinculaba el culto a la Dea Mater con el culto al toro. El decaimiento de tales capeas en las Yegüerizas habíase ido produciendo desde que, a finales de la Edad Media, aconteciera allí un luctuoso suceso en el que murió un mozo de Monleón y que ha sido perpetuado en el romancero.
Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano
para ir a la corrida
y remudar despacio.
Al hijo de la viuda,
El remudo no le han dado
-Al toro tengo que ir,
manque lo pida prestado
-Permita Dios, si te vas,
Te trajeren en un carro,
Las albarcas y el sombrero
De los inhiestos colgando.
Se cogen los garrochones,
Marchan las navas abajo
Preguntando por el toro
Y el toro ya está encerrado.
En el medio del camino
-¿Cuántos años tiene el toro?
-El toro tiene ocho años,
Muchachos, no entréis a él:
Mirad que el toro es muy malo,
Que la leche que mamó
Se la di yo por mi mano
Se presentan en la plaza
Cuatro mozos muy gallardos.
Manuel Sánchez citó al toro,
Nunca lo hubiera llamado;
El toro se fue hacia él
Que está debajo de un carro;
Por la punta de una albarca,
A la plaza lo ha sacado,
Cuando el toro lo dejó,
Ya lo ha dejado muy malo.
-Amigos, me estoy muriendo,
Amigos, yo estoy muy malo,
Tres pañuelos llevo dentro,
Y éste que meto son cuatro
¡Que llamen al confesor
Para que venga a auxiliarme!
No se pudo confesar
Porque estaba ya muy grave.
Al rico de Monleón
Le piden los bueyes y el carro
Pa llevar a Manuel Sánchez,
Que el torito lo ha matado.
A la puerta de la viuda
Arrecularon el carro
-Ahí tienes a vuestro hijo
Tal como habéis demandado.
Los tiempos modernos han visto periclitar la feria de Monleón, que antaño diera celebridad y abolengo mercantil a la villa, interrumpiéndose así una tradición medieval.
El lugar de las Yegüerizas posee un encanto innegable, a pesar de las talas de que han venido siendo objeto los bosques de castaños y robles que antaño rodeaban el santuario. Hoy, apenas quedan vestigios del castañar de la Sapa, en medio del cual se levantaba la ermita, y que persistía aún en pleno siglo XVI, como así consta en algunos documentos. Por cierto que, en torno a la posesión de dicho castañar, se entablaron pleitos, pues, aunque formaba parte de la jurisdicción de Salamanca, lo ocupaba de hecho la villa de Monleón. En relación con ello, fue extendida una ejecutoria en el año 1516 por la que se reconocían los derechos que sobre el mencionado castañar tenía el concejo salmantino.


Con anterioridad al hallazgo milagroso de la Virgen de las Yegüerizas, en aquel paraje existía allí un santuario rupestre, descubierto en el mes de diciembre de 1986 por Juan Luis Alejandro y don Ramón Grande del Brío. Se trata de un recinto circular formado por bloques de piedra megalíticos, algunos de los cuales yacen por tierra, otros, en cambio, se mantienen enhiestos, y todos, rodeando dos rocas de granito sobre cuya superficie ha sido tallada una figura en forma de triángulo isósceles cuyos lados mayores miden 1,20 metros y cuyo lado menor es de 0,60 metros. En las proximidades, hay una otra roca de granito, en cuya parte superior se observa un grabado de forma cuadrangular y uno de cuyos lados, orientado al este, ha sido cuidadosamente tallado en forma de escuadra, semejando una portado. Alrededor de ambos conjuntos, hay indicios de poblamiento prehistórico, posiblemente, de la Edad del Hierro, según indican los diversos objetos que hemos hallado.
Sin duda, las Yegüerizas constituía un lugar mágico desde la más remota antigüedad. Nada tiene de extraño que la tradición sitúe allí el prodigio de la inmovilidad de la carrera de bueyes y que, antiguamente, acudieran a aquel lugar, en romería, gentes de todos los pueblos circunvecinos. Con ello se continuaba una tradición cultural que se pierde en la prehistoria, como la prueba la presencia del ya mencionado círculo de piedras -cromlech- rodeando un monumento rupestre, en torno del cual se llevarían a cabo reuniones o asambleas comunales.

Por otra parte, el nombre de las Yegüerizas suscita curiosidad: resulta fácil, en primer momento, pensar que aluda a un lugar en el que, tiempo atrás, pastasen yeguas; pero tal hipótesis no se halla en consonancia con el carácter mistérico del enclave en cuestión. En efecto, se da en este una conjunción tal de elementos sacralizantes, que obliga a buscar una explicación más coherente y significativa al nombre del mismo. Pues bien: Yegüerizas, podría venir, según el profesor Marciano Sánchez, de aequerizas, que quiere decir, lugar donde se reúnen los iguales (de aequum, vocablo latino que significa igual). Aequerizas, pasaría a Yegüerizas o Yeguarizas /pues bajo ambas formas aparece escrito, indistintamente, en documentos del siglo XVIII).


Para reforzar más aún si cabe la idea de que las Yegüerizas debió erigirse en enclave mágico desde tiempos remotos, debemos considerar que allí se celebraba un feria el día seis de mayo (trasladada, más tarde, a las afueras de Monleón), fecha que correspondía, precisamente, a la celebración de las maionas (fiesta de mayo) en el mundo romano. Los ritos ancestrales se perpetuaban, así, en el mundo a través de las romerías marianas, todo ello bajo la pervivencia de antiquísimos cultos matriolátricos, presididos por la figura de la Gran Madre, que la misma toponimia refleja. Así, al suroeste de Monleón, no lejos de las Yegüerizas, el topónimo Santana (Santa Ana) apunta a la existencia de otro enclave sagrado, del que se carece de toda referencia histórica.

Texto: web los-santos.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario